jueves, 19 de mayo de 2011

Los dos “Anillos del Nibelungo” de Furtwängler

He vuelto a repasar la grabación de la Tetralogía wagneriana de Furtwängler en la RAI de Roma, grabada en público en versión de concierto entre septiembre y noviembre de 1953 (EMI), que en su remasterización de 1990 suena pasablemente bien. Desde luego, apreciablemente mejor que la grabación de La Scala milanesa, en representaciones de marzo y abril de 1950 (Music & Arts) y que presenta, lamentablemente, un par de cortes (uno en La Walkyria y otro en Sigfrido) que hoy consideramos inadmisibles.

Aunque sólo median tres años entre ellos, parece que son más. Y no lo digo sólo por el sonido, sino más aún porque la interpretación de Roma suena más “moderna” a nuestros oídos, sobre todo por los elencos de una y otra, aunque también un poco por la propia dirección de Furtwängler (compárense los comienzos respectivos del dúo final de Sigfrido: el de 1950 está cuajado de feos y anticuados portamentos, o la Marcha fúnebre de El Ocaso: la primera es marcial, casi “chundarata”). El temperamento ardiente, a menudo desbocado, del genial director, aflora en muchos momentos, sobre todo en Milán; en Roma está, en general, más atemperado y controlado.

Más de uno estará tentado de pensar que, como en el de 1950 está la eximia Kirsten Flagstad como Brunilda, puede ser preferible esta versión. Pero nada más lejos de la realidad, pues mientras que en Roma apenas hay cantantes que metan la pata, en Milán son más de uno y más de dos, y no menores: el Loge de Joachim Sattler es de los que amargan una representación, y del Mime (Oro, Sigfrido) de Emil Markwort hay que decir otro tanto. No menos deficientes son –pero al menos tienen un papel más breve– el Fafner (Oro) de Albert Emmerich y el Wanderer de Josef Herrmann, con la voz en muy mal estado. Por otro lado, Günther Treptow hace un Siegmund tosco y exagerado, Set Svanholm (Siegfried) acaba Sigfrido hecho polvo, y no está mucho mejor un cansado y pasado de rosca Max Lorenz en el mismo personaje de El ocaso de los dioses. En cuanto a Ludwig Weber, insuficiente Fafner en Sigfrido, en El ocaso pide agua por señas en la escena con el coro del acto II.

El gran y llorado especialista Ángel F. Mayo escribió: “Las legendarias representaciones del Anillo dirigido por Furtwängler en 1950 a los conjuntos de La Scala de Milán, expertos pero obviamente no muy familiarizados con Wagner, permiten conocer el estilo de la interpretación de la edad de oro del canto wagneriano, si bien ya en las postrimerías”. No hace falta que yo insista: no estoy de acuerdo con que esa fuese la edad de oro del canto wagneriano, aunque sí parece que son en buena medida “las postrimerías”. Y mucho menos es edad dorada en lo que se refiere a la interpretación de esos cantantes.

La dirección de Furtwängler, como ya he dicho mucho más equilibrada en Roma, en Milán alcanza un punto culminante en el acto III de La Walkyria, mientras que el Viaje de Sigfrido por el Rin parece más bien por “los rápidos del Rin”.

Ni una ni otra orquesta son suficientes (¡qué lástima; este director trabajaba constantemente con Berlín y Viena!), pero, contra pronóstico, la de Roma sale algo mejor parada. De todos modos, Furtwängler les exige a ambas más de lo que son capaces de dar. En cualquier caso, yo diría que Furtwängler no da, en líneas generales, lo mejor de sí en El anillo del Nibelungo, como sí lo da en Tristán y en muchos de los fragmentos orquestales wagnerianos grabados en estudio.

Por ejemplo, en la versión romana, El oro suena muchas veces demasiado solemne, y el Amanecer y Viaje de Sigfrido tampoco están a la altura esperable. Los actos I y III de Walkyria vuelven a ser magníficos.

Como decía, en el elenco romano no hay grandes fiascos, al menos en los papeles principales; si acaso, Hilde Konetzni me parece una Sieglinde muy matronil, nada juvenil y poco apasionada; Julius Patzak, famosísimo Mime (Oro, Sigfrido), a mí me gusta bien poco, y su forma de cantar la encuentro muy deficiente, con sonidos sumamente desagradables. Alois Pernerstorfer, Alberich en las dos últimas jornadas, me parece de un estilo exagerado y muy trasnochado. Sin embargo, Windgassen está muy bien en Siegmund, y Gottlob Frick, impresionante siempre (Fafner en El oro, Hunding). Suthaus, gran voz para Sigfrido aunque con algún vicio que le lleva a arrastrar siempre los sonidos en determinadas circunstancias de la escritura. Soberbia Martha Mödl como Brunilda, aunque su voz carece de squillo; prefiero, sin duda, a la Flagstad, aun siendo algo impasible y estando un poco mayor en 1950 (55 años). En cuanto al Wotan (y Wanderer) de Ferdinand Frantz, siempre lo he considerado una voz imponente pero muy poco maleable, y un intérprete plano.

Para mí, la más completa Tetralogía sigue siendo la de Solti (Decca, 1959-65), que es también la más convincente por la batuta (¡y por la orquesta, una Filarmónica de Viena absolutamente ideal!). En cuanto a la dirección, también Knappertsbusch (Golden Melodram, Bayreuth 1956 y 58) y Barenboim me parecen superiores a Furtwängler; sólo ellos. El elenco de Barenboim (cuyas versiones en CD y DVD, Teldec y Warner, Bayreuth 1993, coinciden) no alcanza, en conjunto, al de los otros dos en la calidad de voces; sin embargo, supera a todos –Solti incluido– en cuanto a la penetración psicológica de las interpretaciones de sus personajes. Lo que, por el momento, se va repitiendo en las versiones de El oro, e incluso –con algún chasco: el sustituto de Pape como Wotan– de La Walkyria en La Scala (2010 y 2011). Por cierto: ¡menudo progreso el de la orquesta milanesa sesenta años después!

3 comentarios:

  1. Francisco Meseguer23 de julio de 2011, 4:40

    Esta vez no estoy de acuerdo con ciertas apreciaciones del Sr. Carrascosa. El Anillo de Barenboim es brillantísimo y él está tremendo, pero en mi opinión Furtwängler es Furtwängler, y lo que me hace sentir él no me lo hace sentir nadie. También creo que la edad de oro del canto wagneriano empieza con Lauritz Melchior y acaba con Windgassen. Mayo tenía razón, y Carrascosa en mi opinión no la tiene (esta vez; muchas otras, sí). Sin embargo, el tono general de Carrascosa es acertado, y sus apreciaciones sobre los cantantes, un poco despiadadas a veces, pero desde luego son correctas. Y aunque crea que, en líneas generales, los años 50 son mejores para el canto wagneriano que los más recientes, una de las cosas que más me gustan de Carrascosa es su defensa de los cantantes y directores modernos y su negativa a vivir de recuerdos. Muchos deberían aprender de esta actitud, lo digo sinceramente.

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  2. Gracias por sus comentarios, muy ponderados.
    Estoy de acuerdo con usted en que Windgassen fue un magnífico cantante e intérprete (más que, en mi opinión, una voz arrebatadora). Pero después han venido otros tenores, más o menos (generalmente menos) dramáticos que han sido realmente muy buenos, desde René Kollo hasta Peter Seiffert pasando por Siegfried Jerusalem, tres destacados artistas (no sólo "voces"), lo que es muy de agradecer.
    Sin intentar hacer un repaso exhaustivo, tampoco han faltado sopranos dramáticas espléndidas, desde Hildegard Behrens a Nina Stemme (¡maravillosa su Brunilda de La Walkiria en La Scala!) pasando por Johanna Meier y Deborah Polaski (voz algo agria, lo admito, pero gran cantante-intérprete).
    Por no hablar de Waltraud Meier, gloriosa en algunas sopranos (Isolda, Siglinda) y en algunas mezzos (Kundry, Waltraute, Venus...), una intérprete como se ha conocido otra, ni antes ni después.
    Y, sobre todo, en bajos se ha mejorado mucho: para mí, los mejores bajos wagnerianos que he escuchado hasta la fecha, al nivel al menos de Frick y Moll, son Salminen y Pape. ¿Le parece que Ludwig Weber o Josef Greindl son del mismo nivel? Para mí no, ni de lejos.
    Un cordial saludo.

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  3. Yo creo que el Anillo de 1953 (sesiones radiofónicas con público) es una maravilla directorial. Suena como un conjunto articulado. Los cantantes son en general excelentes. Las apreciaciones de Carrascosa son muy exactas.

    Yo también cuestiono la "edad de oro". Pero puede pesar un factor: muchos de sus cantantes llegaron mayores al estudio de grabación, y algunos nunca llegaron al estéreo. Lo que hay de ellos son grabaciones en vivo, siendo ya mayores. Pero incluso considerando eso, creo que la generación que empieza en los 50 era tanto o más capaz y el estilo además es otro. Es verdad que cuando esa generación de postguerra madura o se jubila (años 60 y 70), la cosa decae, y que hay grabaciones destrozadas por los cantantes a partir de entonces (Solti, por ejemplo). Y hablamos de multinacionales y estudios de grabación, ojo. En los 70 cuesta mucho reunir un elenco suficiente para unos Maestros o un Anillo.

    Furtwängler pudo reunir a un gran reparto en 1953 (pagaba la RAI). Knappertsbusch y Keilberth sí disfrutaron de un momento dulce del canto wagneriano. Solti pudo cazar, para su Anillo, el mejor cast nunca reunido (Hotter muy mal ya), y Karajan o Böhm pudieron alcanzar buen nivel, en estudio y en vivo. Para mí, esa es la edad de oro: 1953-1966.

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