jueves, 10 de enero de 2013

Concierto del 75º aniversario de la Filarmónica de Israel

Julian Rachlin, Evgeny Kissin, Vadim Repin y Zubin Mehta



La celebración del 75º cumpleaños de la Orquesta Filarmónica de Israel contó, como suele cada vez que hay un aniversario señalado, con un plantel de lujo: uno de los más grandes pianistas, dos de los mayores virtuosos del violín y su director vitalicio. El programa de este concierto, que se celebró en El Hangar de Tel Aviv el 24 de diciembre de 2011, ha sido editado, en 2 DVDs o un Blu-ray, por EuroArts con una calidad de imagen y sonido extraordinarias, y acompañado por un muy interesante documental de 52 minutos sobre la orquesta, en el que intervienen, además de varios de sus músicos y de Zubin Mehta, Zukerman, Bronfman o Barenboim.
El mayor morbo de la publicación era, a priori, Evgeny Kissin tocando el Primer Concierto de Chopin, obra que no ha vuelto a grabar desde que tenía doce años (con el insípido Dimitri Kitaienko, RCA), ya que en la velada en que se tocaron los dos Conciertos del polaco en Varsovia el año del bicentenario, 2009, Kissin interpretó el Segundo (y Nikolai Demidenko el Primero, DVD/Blu-ray Accentus).
Pues bien, esta versión de Tel Aviv, modélicamente dirigida por Mehta (mejor que con Lang Lang en el CD de D.G.), es acaso la más portentosamente tocada que recuerdo, si bien la interpretación es tal vez un poco excesivamente sobria, dejándose llevar apenas por lo que podríamos llamar inspiración; esto es algo que de vez en cuanto hace el colosal pianista ruso (también, precisamente, en ese referido Segundo varsoviano), lo cual no suele entusiasmarme. Poco que ver, pues, con muchas de sus inmortales grabaciones chopianianas (las Baladas, la Sonata “Marcha fúnebre” y otras verdaderas creaciones suyas, en todo el sentido del término). Por suerte, como propina ofreció un Segundo Scherzo de una rabia furibunda, de volcánica furia.
Antes de Chopin, Julian Rachlin lució su formidable mecanismo y una expresión un tanto a la antigua (me recordó en algo los modos, y hasta el sonido, de Mischa Elman) en la Introducción y rondó caprichoso de Saint-Saëns, tras el cual regaló la Sarabanda de la Segunda Partita de Bach de forma un tanto peculiar, bastante heterodoxa, diría yo.
Después de la actuación del pianista, Vadim Repin, un violinista que se para mí se halla entre los más capaces de la actualidad, me defraudó en el bellísimo Poema de Chausson, pues lo tocó a mucha velocidad, con sonido vibrante y carácter apasionado, pero sin asomo del lirismo voluptuoso y el decadentismo bien entendido que yo asocio indefectiblemente a la página (a la que han servido, para mi gusto, como nadie, que yo sepa, Menuhin con Pritchard y Perlman con Martinon, ambos en EMI).
El programa del concierto terminó con una correctísima pero algo impersonal Octava Sinfonía de Beethoven, de la que lo mejor fue el un tanto haydniano primer movimiento, mientras lo menos atractivo fue un algo rutinario finale. Muy bien, en todas las obras, la orquesta homenajeada (de la que no siempre se ha podido decir esto, por mucho que el documental se deshaga en elogios). Es decir, un concierto que pudo ser mucho mejor de haberse escogido algunas otras obras para estos mismos intépretes (Mehta, sin ir más lejos, es de plena garantía para tantas y tantas músicas...)




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