viernes, 18 de octubre de 2013

Crimen (casi) perfecto: asesinan a Beethoven y (casi) nadie se da cuenta. Joshua Bell toca y ¿dirige? la Academy St Martin

 

    

El concierto de Ibermúsica de anoche (18 de octubre) me dejó bastante angustiado: ¡el violinista, pese a su imagen aniñada, ya no tan joven (45 años) Joshua Bell es el nuevo director titular de la otrora maravillosa Academy of St Martin in the Fields! ¿Cómo un violinista que hace años parecía que podría llegar a ser de primera clase y que hoy es, me parece, de segunda, que no sabe dirigir y que es un músico bastante dudoso ha sido nombrado para tal puesto? ¿Quiénes habrán tomado tal decisión? Bueno, la Academy no es lo que fue, pero aún tiene mimbres: no es lo que fue, y menos lo será, de seguro, si Bell sigue con ellos.

El Concierto en La menor de Bach que abría el programa, una versión a la Marriner (ligera, vivaz), pero sin Marriner, o sea más bien insustancial, no daba idea de lo que se nos venía encima después: un Septimino de Beethoven tocado por solistas de la orquesta y liderado por Bell, que quedaba reducido a un divertimento de segunda fila como de dos décadas atrás que sonó apresuradísimo (¡menos de 35 minutos!), canijo, vulgar, frivolón, cursi, insignificante. Y bastante mal tocado, empezando por el mismo Bell, atropellado, caprichoso, marrullero, chapucero, desafinado. Se salvaron el fagot (Graham Sheen, aún) y, algo menos, el trompa (Stephen Sterling) y la contrabajista (Lynda Houghton); no así el casi inexistente viola (Robert Smissen, cuya presencia sólo se notaba cuando desafinaba) y el cello (Stephen Orton), de entonación también muy dudosa. Demasiado incisivo y omnipresente el clarinetista James Burke: el empaste del grupo no había sido tenido en cuenta lo más mínimo. Gran éxito (¡qué público, cierta parte del cual tarareó el Minueto! ¡Había una melodía que se sabían!).

Cuando vi la distribución instrumental para la Séptima Sinfonía de Beethoven me quedé perplejo: ¡dos contrabajos y cuatro trompas! ¡Qué desequilibrio tan palpable, cómo se le ocurre! En la sonoridad global los graves estaban muy, muy postergados (cuerdas: 7/7/4/4/2). El caso es que, tras el Septimino, esperaba velocidades supersónicas, pero no, no fueron especialmente disparatadas salvo en parte del primer movimiento, en el trio del scherzo y en todo el finale. El problema fue aquí la ausencia de director: sentado en su atril de primer violín y tocando casi todo el tiempo, Bell se contoneaba como si ello fuese dirigir. Por suerte, nadie le miraba: tocaban todos como autómatas, sin inflexiones ni modificaciones en la agógica, con tempi inflexibles. Las cuerdas se salvaron, pero las maderas tuvieron sus más y sus menos, y tanto trompas (¡fatal y muy fallonas!) como trompetas sonaron francamente mal. Éxito atronador, pero no sé si duradero porque salí corriendo de allí. Eran, además, casi las doce y media. (¿Tocarían propina? Prefiero no saberlo).
¡Sony ha grabado esta Séptima por estos mismos ejecutantes y ¿director?! ¡Dios santo!

Sí, ya sabemos el interés de esta compañía (como varias otras) por grabar con artistas que puedan vender mucho, y supongo que estarán cultivando la imagen informal de este pseudo joven, que es muy moderno él: salió vestido todo de negro con pantalón ajustado (sin pasarse), harapos (¿camisa?) por fuera y una especie de chaquetilla muy apretada que marcaba a la perfección su barriguilla... Grotesco.



4 comentarios:

  1. Leyéndole sé justo lo que tengo que escuchar, como el Beethoven de Bell y la Academy. Gracias.

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    1. Muchas gracias. Es un honor tener seguidores como usted... ¡Bravo!

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    2. Me pregunta un conocido si opino lo mismo de la grabación (Philips 1980) del Septimino por el Academy of St Martin in the Fields Chamber Ensemble. ¡No, por dios! Liderada por Iona Brown, aquella era una versión no sólo cabal, sino admirable tanto por la ejecución como por el concepto. En cuanto a la grabación del mismo grupo (con otros componentes, por descontado) para Chandos de 1999, la desconozco.
      Aprovecho para comunicar a mi Anónimo "admirador" que procure hacerse con una toma pirata del Septimino del otro día. Seguro que disfrutará mucho con él, descubrirá una obra de Beethoven ignorada hasta ese mismo día (ignorada porque hasta ese día no se le había hecho justicia), y le animo a seguir leyendo mis opiniones con el objeto de que, a no dudar, sabrá siempre a qué atenerse: todo lo que me guste mucho a mí le horrorizará a él, y viceversa. ¡Ánimo!

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  2. Cada uno está en su derecho de opinar según le venga, pero discrepar sin argumentos de alguien que siempre ha sido un referente de la crítica musical, se me antoja cuanto menos estúpido.

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