sábado, 29 de octubre de 2016

Mis 20 directores predilectos (tras la segunda guerra mundial)



 Me limito al período que abarca la mayor parte de los discos que he escuchado (y que han formado mis gustos musicales), dejando fuera, por tanto, épocas pretéritas. Pues a los grandes maestros de la primera mitad del siglo XX los conozco mucho menos, ya que sus grabaciones son más escasas, raras o precarias (muchas veces ni siquiera permiten hacerse una idea precisa de cómo sonó aquello antes de ser enlatado).

Los dos directores que más admiro son "históricos": Furtwängler y Klemperer. Y algunos de los que aparecen en la lista me parecen muy irregulares, pero si me quedo con lo mejor que les he escuchado, merecen figurar en ella. No me limito a las grabaciones; en directo nunca pude escuchar a Barbirolli, a Furtwängler, a Klemperer, a Walter. Pero sí, y casi siempre varias o bastantes veces, a los dieciséis restantes. Otra cosa: no he incluido a jóvenes tan extremadamente talentosos como Nelsons o Dudamel. Prefiero esperar un poco más para poder juzgarlos con más conocimiento.
Los 20 van, por supuesto, en orden alfabético. (Se admiten, claro está, discrepancias. Tampoco yo lo tengo tan claro como para no haber dudado).

Claudio Abbado
Daniel Barenboim
Sir John Barbirolli
Leonard Bernstein
Karl Böhm
Sergiu Celibidache
Sir Colin Davis
Wilhelm Furtwängler
Carlo Maria Giulini
Bernard Haitink
Herbert von Karajan
Otto Klemperer
Rafael Kubelik
Raymond Leppard
Lorin Maazel
Igor Markevitch
Zubin Mehta
Riccardo Muti
Sir Georg Solti
Bruno Walter

miércoles, 26 de octubre de 2016

Goerne cantando Schubert y la "Norma" del Teatro Real



Antología Schubert por Goerne

El pasado sábado 22 de octubre el diario El País publicaba dos artículos de Luis Gago: un espléndido comentario sobre el álbum lanzado por Harmonia Mundi con los lieder de Schubert grabados por el barítono Matthias Goerne y varios pianistas: una recopilación de 12 CDs de extraordinario interés, acaso la antología más destacada existente en discos desde la grabación íntegra llevada a cabo entre 1966 y 1972 por Dietrich Fischer-Dieskau y el pianista Gerald Moore para DG. Un artículo breve, pero modélico, que rebosa conocimiento del asunto tratado y que a la vez lo explica con sencillez, claridad y acierto a quienes no lo conozcan a fondo. Se trata, además, de un artículo muy oportuno, pues es un legado musical de enorme trascendencia que, por desgracia, es poco conocido incluso por personas de buena cultura (ya sabemos que la cultura musical en España suele ser muy inferior a los conocimientos sobre otros ámbitos artísticos).


La Norma del Teatro Real

El otro artículo es una crítica sobre el estreno de la ópera Norma de Bellini, generalmente considerada la cima del bel canto, en el Teatro Real. Sin embargo el mismo comentarista dista mucho de mostrar el mismo grado de conocimiento y de ecuanimidad en este otro terreno. Aparte de citar a Verdi juzgando las luces (grandes) y las sombras (menores) de Bellini, resulta extraño que no cite a Wagner, que también elogió vivamente esta ópera; y parece claro que tiene mayor mérito una opinión de alguien muy lejano a él, antes que la de un continuador y compatriota de Bellini. Gago juzga muy escuetamente -evidente inseguridad sobre sus propias opiniones- a los cantantes que encarnaron los tres principales papeles de la ópera en Madrid, y hace una apretada lista de las principales Normas desde el estreno (1831) por Giuditta Pasta.

Y aquí sucumbe a varios tópicos fuertemente afianzados: entre ellas destaca a Maria Callas.¡Qué bien se queda citándola como la más grande, qué políticamente correcto es! Según Gago, Callas "prendía fuego en cada nota". Pero alguien que conozca bien el bel canto en general, en particular el maravilloso y fascinante personaje de la sacerdotisa (y no sea, claro, un ciego fan de tal o cual cantante) no podrá dejar de poner serias pegas a la famosa soprano greco-norteamericana, por mucho que para muchos de esos fans dudar de que la Callas ha sido la más grande en todo lo que cantó sea un pecado de imposible perdón. Las carencias de la Callas como Norma se aprecian visiblemente en cualquiera de sus dos grabaciones (1954 y 1960) de la ópera completa. Es cierto que su interpretación es intensa y muy dramática. Pero no cuida por igual, ni mucho menos, varios de los aspectos del complejo personaje: así, apenas hay lugar para la ternura, para la añoranza del amor que le tenía Pollione. Es muy vengativa, tanto que aproxima Norma a Medea (la de Cherubini, uno de sus mayores éxitos).

Y, curiosamente, Gago no cita entre las grandes Normas a Montserrat Caballé, seguramente la Norma más completa y admirable desde que existen discos. La soprano catalana -a la que es frecuente ignorar o menospreciar precisamente en España- posee la autoridad y el fuerte temperamento que demanda Norma, pero también, y en grado sumo, esos otros aspectos que deja de lado su admirada Callas (la cual, por cierto, también admiraba en extremo a la catalana). Hay algo más: aunque la belleza de timbre es cuestión subjetiva, será fácil aceptar la tremenda superioridad de Caballé, así como de su técnica, su capacidad para el canto legato, para la graduación de intensidades, incluyendo su incomparable pianissimo.

En cambio, la voz de Callas, algo desabrida y hasta agria por naturaleza, no es desde luego la ideal para el bel canto, como su propio nombre indica. Por no hablar de su fuerte trémolo, sobre todo en su segunda grabación. Finalmente, creo que Callas cae en algún momento en excesos veristas, más propios para Tosca o para la Santuzza de Cavalleria rusticana (dos, por cierto, de sus mayores logros). Se ha dicho muchas veces, sobre todo entre nosotros los españoles -aquí abundan los antacaballistas furibundos- que Caballé es autocomplaciente con su voz, lo que puede ser cierto en algunas ocasiones, pero no precisamente en sus Normas, tanto en la grabación de estudio para RCA (1972) como en su famosa representación en el Teatro Romano de Orange (1974, DVD Hardy), en las que su perfección y su derroche de musicalidad son apabullantes. Cualquier melómano sin prejuicios lo reconocerá sin la menor duda. Tengo su súplica al padre ("Deh, non volerli vittime") en esta última como el summun de la interpretación belcantística, pues aúna la máxima belleza vocal y canora con una intensidad expresiva conmovedora hasta el límite.

Gago termina la crítica añorando a la soprano del tercer reparto, Mariella Devia (que cantará solo la función del 30 de octubre). Esta ha sido una gran cantante, especialmente centrada, sí, en el bel canto, pero el crítico debería imaginar que Norma dista de ser un papel adecuado a su voz, en exceso lírica. (No he visto, ni creo que asista a ninguna función de estas Normas en el Real, pero me parece que Gago sí puede que lleve mucha razón en su descalificación de la escena, debida a Davide Livermore, pues a este señor le he sufrido una de las puestas en escena más ridículas, feas y grotescas que he visto en mi vida: la de su DVD con L'italiana in Algeri).

viernes, 21 de octubre de 2016

Los 20 violinistas más grandes de los últimos tiempos



 
Me he puesto a hacer una lista de mis violinistas predilectos, desde los años 50 del siglo pasado hasta hoy, y me considero ahora incapaz de escoger diez, así que he ampliado la lista hasta veinte, y así me quedo más tranquilo: me parece que no se queda claramente fuera de ellos ninguno que me guste tanto como los que están. Sí, ya sé que mezclar a Menuhin con Jansen, a Oistrakh con Khachatryan es un poco duro, pues los separan una o dos generaciones, pero...  

El orden en que van es, claro está, alfabético.Me declaro imposibilitado para ponerlos por orden de importancia. Ahora bien ¿quiénes serían los primerísimos? Sí, me atrevo a señalarlos: Menuhin, Oistrakh y Perlman.

Lisa Batiashvili
Kyung-Wha Chung
Julia Fischer
Arthur Grumiaux
Janine Jansen
Sergei Khachatryan
Leonid Kogan
Yehudi Menuhin
Midori
Nathan Milstein
Shlomo Mintz
Anne-Sophie Mutter
David Oistrakh
Itzhak Perlman
Gil Shaham
Isaac Stern
Henryk Szeryng
Maxim Vengerov
Pinchas Zukerman
Nikolaj Znaider

domingo, 16 de octubre de 2016

Primer gran "Trittico" pucciniano en DVD/Blu-ray: Pappano



 
Hasta ahora, ninguno de los Trípticos de Puccini en imágenes me satisfacía lo suficiente. Contábamos con uno de La Scala bastante antiguo y de escasa calidad técnica (NVC 1983) bien dirigido por Gavazzeni, y con otro técnicamente apenas mejor: el de Hardy de 2008 muy bien conducido por Chailly en el mismo teatro. El que edita ahora Opus Arte no sólo se ve y suena mucho mejor (hablo del blu-ray), sino que la dirección musical es francamente superior a la de esos dos.

Día a día, Antonio Pappano se consolida como el mayor director operístico de nuestros días, sobre todo de la ópera italiana -de Rossini a Puccini pasando, rotundamente, por Verdi-, con, claro, algunas limitaciones: Mozart (me gusta bien poco en sus Bodas de Fígaro) y, aunque menos, Wagner. Pero es que además es excelente en muy diversos autores del siglo XX y lo que llevamos del XXI, sean Szymanowski, Berg o Birtwistle. En cualquiera de las tres óperas de este Tríptico, Pappano, más aún que en su grabación de audio para EMI de 1999, no tiene rival. Y consigue que ni siquiera echemos de menos las dos magníficas orquestas de 1999, la London Symphony y la Philharmonia, pues la del Covent Garden le rinde de forma impresionante. Creo que no hay aspecto de la magistral escritura del Puccini maduro que descuide, sino todo lo contrario: confiriendo un destacado protagonismo a la orquesta, acierta en lo melódico, en la tímbrica, la creación de atmósferas y ambientes... Sabe, además, sacar lo mejor de sus cantantes, a los que sabe adaptarse, arropar, y hasta mimar.

También la escena de Richard Jones, sin ser genial ni tal vez pretenderlo, me parece sensata y eficaz; solo me han chirriado algunos detalles menores. El mayor, que Angelica se ponga histérica al darse cuenta de que se va a condenar por envenenarse precisamente en el hospital infantil en el que se desarrolla toda la acción (excepto el encuentro con su cruel tía): ¡los niños se quedan aterrados! El mayor logro escénico se logra, me parece, en Schicchi, y eso que creo que no sobrepasa al de Annabel Arden en Glyndebourne (Opus Arte 2004), con sobresaliente protagonismo de Alessandro Corbelli y la notable batuta de Vladimir Jurowski (también con subtítulos en español).

Filmado en septiembre de 2011 en la Royal Opera House, el complicado reparto está en conjunto bastante logrado, aunque, a decir verdad, ninguno de los Trípticos -tampoco este- se libra hasta ahora de algunos errores.

Il tabarro
Por ejemplo, en Il tabarro, ni el Luigi de Aleksandrs Antonenko ni el Michele de Lucio Gallo son para tirar cohetes. El primero (pese a estar mucho mejor que en el Otello salzburgués de Muti) muestra desigualdades y hasta algún desliz en su afinación. Y el segundo creo que hace tiempo que no está en el mejor momento para papeles tan exigentes: se muestra agotado y con los agudos anémicos; por otra parte, su expresión facial es inamoviblemente de malo de película mala. Por suerte, la soprano cuasi dramática Eva-Maria Westbroek es una Giorgetta de fuste. También son muy buenos casi todos los papeles menores, destacando la Frugola de Irina Mishura.

Suor Angelica
Me ha impresionado la categoría de la para mí casi desconocida Ermonela Jaho (Tirana, Albania, 1974) como Angelica: estupenda soprano lírica, totalmente identificada con el doliente personaje y segurísima en los terribles agudos. Será difícil recordar una sola Angelica más convincente. Su despiadada Tía la Princesa ha sido encomendada a una voz muy adecuada, la de la gran contralto dramática Anna Larsson (Estocolmo, 1966), quien sin embargo me parece que no se entiende con Italia tan bien como con Alemania (sus Wagner son eminentes). Muy alto nivel alcanzan las demás monjas, habiéndome llamado la atención la estupenda Sor Genoveva de la joven soprano lírica Anna Devin.

Gianni Schicchi
Lucio Gallo está mejor vocalmente como Schicchi que como Michele; aun así, no posee ni de lejos la vis cómica de Corbelli en la referida versión de Jurowski, y eso que la voz de este tampoco entusiasma. En cualquier caso, hay que reconocer que tal vez desde Juan Pons y Corbelli no hay hoy ningún gran Schicchi (Plácido, extraño a lo cómico, tampoco lo es). Sin embargo, comparando con la versión de Glyndebourne, en Londres mejoran tanto Lauretta (impecable Ekaterina Siurina) como Rinuccio (Francesco Demuro, quien sin embargo desluce su aria con un agudo final calado hacia arriba). Más que buenos el resto, en particular La Ciesca de Marie McLaughlin. En cuanto a Zita, la notable Elena Zilio (que hacía, muy bien igualmente, de Madre Superiora en Angelica) no me gusta tanto como Felicity Palmer en Glyndebourne.

Este Tríptico pappanesco, el primero en blu-ray, además de verse y sonar de maravilla, ¡tiene subtítulos en castellano!

viernes, 14 de octubre de 2016

Mis diez pianistas favoritos de la segunda mitad del siglo XX



Atendiendo a la petición de un lector, he hecho una para mí difícil criba entre mis pianistas más admirados, y aquí va. Como me resulta imposible hacer un ranking por orden de preferencia, los enumero en orden afabético. Me baso en lo que conozco de ellos, sea por sus legados discográficos o por las actuaciones que les he escuchado en directo.

Claudio Arrau
Vladimir Ashkenazy
Daniel Barenboim
Alfred Brendel
Emil Gilels
Evgeny Kissin
Maurizio Pollini
Sviatoslav Richter
Artur Rubinstein
Krystian Zimerman

Si llegase hasta quince, añadiría, tal vez un poco por debajo de los anteriores (y de nuevo alfabéticamente), a

Alicia de Larrocha
Elisabeth Leonskaja
Radu Lupu
Arturo Benedetti Michelangeli*
Mitsuko Uchida   

(*nunca pude escucharle en directo)

martes, 11 de octubre de 2016

Vasily Petrenko debuta en Ibermúsica con la Orquesta de Cadaqués



Torres, Mussorgsky (con Borodina) y Tchaikovsky

Mayor de lo que parece, pues tiene un rostro muy juvenil pero ha cumplido los cuarenta años, Vassily Petrenko es uno de los directores de su edad que más suenan últimamente, también en discos (tiene un ciclo sinfónico completo de Shostakovich en Naxos con la Royal Liverpool Philharmonic, de la que es titular, al igual que de la Filarmónica de Oslo). Y tiene madera de director, sobre todo por su limpia y precisa técnica. Pero no le he escuchado lo suficiente como para tener una buena idea de cómo es; no recuerdo qué disco con música rusa me pasó un amigo dirigido por él, pero creo recordar que no me gustó gran cosa. Es decir, que lo único que tengo claro sobre él es el concierto de anoche: ofreció el estreno de Tres Pinturas Velazqueñas de Jesús Torres. Un tríptico de 2015 que me pareció muy notable, en particular la parte central, el "Cristo crucificado". Tuvo toda la pinta de estar muy bien dirigido.

Siguieron los impresionantes Cantos y danzas de la muerte de Mussorgsky cantados por la mezzo Olga Borodina, que conserva la voz en muy buen estado y ahondó con fuerza en la intensa expresividad de la música (de las veces que he escuchado este miniciclo de cuatro canciones en directo creo que me gustó más aún el cantado en el Teatro Real, a poco de la reinauguración, por la contralto Eva Podles). Petrenko lo dirigió con certero instinto y destacada claridad instrumental; es una pena que el programa no especificase de quién era la orquestación: no creo que fuera la de Rimsky y Glazunov, pero sinceramente, no sé si era la de Shostakovich o la de Denisov (en la grabación de Vishnevskaya/LPO/Rostropovich ¡tampoco lo indican!).

La primera parte del concierto duró poco más de 35 minutos, y la segunda la ocupaba una obra menor de Tchaikovsky de unos 24' de duración: programa rácano donde los haya ¡una hora de música! La referida partitura es la Suite No. 4 "Mozartiana" de Tchaikovsky, que Petrenko diseccionó con cuidado extremo, y a la que comunicó con pleno acierto su sentido y estilo. Me gustó un poco menos el tercer movimiento, "Preghiera", que no es sino una orquestación del genial Ave verum, K 618 de Mozart, pieza que Tchaikovsky no conocía en su versión original para coro y orquesta, ¡sino solo en la transcripción para piano de Liszt! Creo que en esta pieza le faltó a la batuta algo de espiritualidad.

Tal vez lo mejor fueron las dos propinas: un muy sentido Vals triste de Sibelius, que ofreció en memoria de Sir Neville Marriner (que tenía previsto dar un concierto con esta misma orquesta para Ibermúsica el 20 de octubre; moría 18 días antes) y una trepidante "Danza rusa Trepak" del ballet Cascanueces. Piezas que alargaron el programa ¡hasta los 65' de música! Pero yo sigo sin tener muy claro cómo es Vasily Petrenko como intérprete; como director es bueno, sin duda. ¡Ah, muy bien, como de costumbre, la Orquesta de Cadaqués, siempre de tamaño bastante reducido!

sábado, 8 de octubre de 2016

Otra importante "Elektra" filmada: Salonen y Chéreau



Herlitzius, Pieczonka, Meier y Petrenko

El sello BelAir ha publicado un DVD/Blu-ray con una Elektra de Richard Strauss filmada en el Festival de Aix-en-Provence en julio de 2013. El Blu-ray que he visionado lleva subtítulos en español y alcanza una nitidez de imagen y de sonido de acuerdo con los más altos estándares. Hay ya unas cuantas versiones filmadas de notable valor, pero sigo pensando que la de Karl Böhm y Götz Friedrich (DG 1982, solo en DVD), con Rysanek, Varnay, Ligendza, Fischer-Dieskau y la Filarmónica de Viena, sigue llevándose la palma. La de ahora posee un elenco importante, una dirección musical destacada, aunque con altibajos, y una escena sencillamente admirable de Patrice Chéreau (¡quien, pobre, sale exultante a saludar, sin saber probablemente que le quedaba poco tiempo de vida: solo dos meses más!)

La protagonista, Evelyn Herlitzius (que está mucho mejor que en su grabación de audio con Thielemann, DG 2014) posee una voz no muy dramática y bastante metálica, con considerable trémolo y bastante ingrata, pero lleva a cabo una encarnación extraordinariamente creíble y convincente del torturado personaje. Su hermana, Crisotemis, está encomendada a la notable soprano dramática Adrianne Pieczonka, que lidia con bastante éxito con su tremenda parte, más corta pero no mucho menos terriblemente difícil que la de Electra. Pese a esta relativa brevedad, llega a parecer algo agotada. Waltraud Meier, en un estado vocal sorprendentemente bueno a sus 57 años (¡menuda técnica la suya!), se aparta por completo de las Clitemnestras viejas zorronas (perdón por la expresión) sobreactuadas (que a veces son formidables, como la Varnay con Böhm), revelando un personaje mucho más complejo e interesante, creo que más creíble ya que también muestra su vulnerabilidad, según el magnífico texto de Hofmannsthal para su larguísimo monólogo/dúo con Electra. Mikhail Petrenko luce como Orestes su imponente voz de bajo y canta cuidadosamente, pero echo de menos a los Dieskau o a los Pape, más en su sitio y más sutiles en la interpretación de su texto. Para la breve aparición de Egisto, creo que Tom Randle es una elección inapropiada: el tenor muy lírico resulta insuficiente y algo insulso. Como curiosidad, se ha contado con viejas glorias como Roberta Alexander (Quinta sirvienta), Franz Mazura (Preceptor de Orestes) y Donald McIntyre (Un anciano sirviente); este último casi sin voz.

La dirección de Esa-Pekka Salonen me ha desconcertado un tanto: a veces carente de toda la debida fuerza, otras se pasa un poco en contundencia, sonando efectista. Pero siempre o casi siempre me produce la impresión de no estar muy familiarizado con Strauss. Espléndida la Orquesta de París. Que, en todo caso, como es natural, no hace olvidar a las grandes formaciones germánicas, de sonido más adecuado. Con una sencilla y apropiada escenografía, muy en sintonía con el espíritu de la obra, a cargo de Richard Peduzzi -colaborador habitual de Chéreau- y un trabajo a fondo con los actores, la labor de este genio de la escena tristemente desaparecido a los 68 años se hace notar, convirtiéndose para mí en la más lograda de cuantas se han filmado en teatro (incluida la de Harry Kupfer), y digo esto porque la de Friedrich con Böhm es una película, filmada en estudio.

martes, 4 de octubre de 2016

Tercer "Parsifal" de Barenboim, segundo filmado



Barenboim tiene ya en su haber tres "Parsifales" de bandera. Los tres cuentan con grandes repartos y los tres están dirigidos con impresionante clarividencia. Pero son apreciablemente diferentes: muchas veces se ha dicho que el primero, grabado en audio por Teldec en 1991, es el que más se acerca a la rompedora propuesta de Solti de hacerlo menos místico (la línea de Knappertsbusch, sobre todo) y más terrenal, más profano y hasta con tintes demoníacos. Básicamente creo que esos comentarios son ciertos, aun con matices. Pero en las sucesivas versiones filmadas (no así en la escenografiada en Sevilla) Barenboim se ha apartado algo de esa concepción, volviéndose más equilibrado: dando mayor protagonismo a la sensualidad en el segundo (DVD EuroArts 1993) y mayor espiritualidad (yo creo que no exactamente mística a lo Kna) en el tercero (DVD/Blu-ray BelAir, de abril de 2015). Pero insisto, no hay que exagerar: las diferencias no son demasiado notables. Creo que el más logrado por la batuta es este último, pues se ha alcanzado una una sensación de fluida naturalidad, una asombrosa sabiduría y sobre todo una hondura especialmente conmovedora. Escucharlo es toda una experiencia, que lo deja a uno con el corazón en un puño. (Hay un pasaje, a los 15'45" minutos del comienzo del Acto III, que realmente sobrecoge por su belleza y, a la vez, su inmensa profundidad expresiva).

Yo -¡y me consta, no soy el único!- tengo un problema con Parsifal: su argumento no me interesa, incluso me repele. Pero la música me enloquece, me parece una de las obras más hermosas, fascinantes y emotivas de la historia de la música; creo que me gusta no menos que Tristán o que El ocaso, mis tres óperas favoritas de Wagner. 

Voy a intentar una sucinta comparación entre los tres elencos: Siegfried Jerusalem es el mejor de los protagonistas, pues se hallaba en un momento vocal óptimo y era un cantante consumado. Poul Elming es el menos bueno, aunque está francamente bien. Andreas Schager es el que posee el timbre más atractivo, penetrante y de fuerte squillo, y posee una cuidada línea de canto que no envidia gran cosa a Jerusalem. Creo que puede ser el tenor wagneriano más destacado de la actualidad, compartiendo podio con el (por ahora) más lírico Jonas Kaufmann, ideal como Lohengrin y quizá como Walther, e incluso como Parsifal. (Es una lástima que Barenboim no llegase a tiempo de contar con Schager, por solo un año o dos, para Siegfried en su filmación de la Tetralogía de La Scala: en los Proms estuvo sensacional, y Lance Ryan no le llega a la suela del zapato). 

Como Kundry, Waltraud Meier es insustituible, no tanto por su voz como por su canto y su personalidad interpretativa: creo que es, sin duda, la más grande intérprete de este papel desde que existen discos. Puede que la voz de Anja Kampe guste aún más, es una pura maravilla, pero, pese a su enorme perfección, no llega a hacérmela olvidar; los distintos registros expresivos de esta extraña mujer no logra diferenciarlos tan convincemente como aquella. 

Los dos primeros Gurnemanz -Matthias Hölle y John Tomlinson- son estupendos, pero René Pape es el rey; solo, creo, Matti Salminen (y no tanto en sus grabaciones: me refiero a su interpretación en el Teatro Real) puede compartir el trono. Ninguno posee a la vez la hermosísima voz de Pape, su arte canoro absolutamente consumado y su capacidad para dar sentido a sus palabras: menos noble y paternal que Salminen, ahora en su madurez lo encuentro más humano, capaz de sentir y transmitir un mayor abanico de pasiones. 

De los tres Amfortas, el de 2016 es el que menos me convence: mientras José Van Dam y Falk Struckmann eran agónicos, Wolfgang Koch, dotado de una soberbia, rotunda voz de barítono-bajo, es un intérprete sensiblemente menos expresivo, o al menos bastante más contenido, lo que no considero un acierto (hubiera sido muy preferible la presencia de Peter Mattei, quien, claro, ha intervenido hace poco en la filmación del Met con Gatti). La verdad es que Günter Von Kannen y Tómas Tómasson son muy parecidos como Klingsor, en su voz y en su histrionismo (mucho más moderado que el de los cantantes del pasado). Por poca diferencia, me quedo con el Kannen de 1991.

Y en cuanto a Titurel, tres voces profundas -John Tomlinson y Fritz Hübner- sobresalientes. Pensé que Hölle (Gurnemanz en 1991) sería muy mayor, pero no lo es demasiado: tiene 64 años. El Coro es el mismo en las tres grabaciones; sin llegar al nivel del insuperable de Bayreuth, siempre da la talla. Impactante, claro, la Filarmónica de Berlín. La Staatskapelle de 1993 no flojea, por supuesto, pero se halla lejos del nivel, increíble, de la actualidad. Dudo que haya hoy en el mundo una sola orquesta claramente preferible para Wagner. Estoy seguro de que quienes lo escuchen se darán cuenta de que no exagero. 

Las dos puestas en escena son modernas y audaces; lo digo como información, no voy a juzgarlas más que por encima, pues no soy un conocedor. A mí la de Kupfer me resultó muy interesante y sugerente, y la del irregular pero inteligente Tcherniakov me ha gustado mucho en el primer acto, y quizá se desmadra en ciertos aspectos de los dos siguientes. Aun así, creo que acierta en la caracterización y la evolución de los personajes. No pienso desvelar el inesperado desenlace, para no chafárselo a los compradores del blu-ray (por favor, no se conformen con el DVD). A cargo de los Estudios Teldex de Berlín, en esta toma de abril de 2015 han llegado a dominar como nunca hasta ahora la acústica del Teatro Schiller, pues nunca he visto un blu-ray de ópera mejor grabado que este: ¡qué disfrute, qué barbaridad! La filmación de Andy Sommer, tan personal en sus comienzos, se ha vuelto aquí totalmente canónica. No hay subtítulos en español. En esta ocasión a mí me importa un bledo: ya prefiero no seguir el texto de Parsifal. Pero no será el caso de la mayoría. El éxito de la función fue delirante.

sábado, 1 de octubre de 2016

Continúa la resurrección de "I Capuleti e i Montecchi" de Bellini



DiDonato, Luisi y el gran descubrimiento de Kulchynska (DVD/Blu-ray Accentus)

Por suerte, I Capuleti e i Montecchi (Venecia, 1830), sexta de las diez óperas de Bellini, va imponiéndose en el repertorio, pues se trata de una ópera pródiga en grandes bellezas, denotando la gran sensibilidad, la emotividad y la privilegiada inspiración melódica de su autor. Extrañamente, hasta la publicación en 1976 por EMI de la grabación con Baker, Sills y Patanè -quizá insuperada hasta el momento- apenas había sido llevada al disco, y sin duda no con gran fortuna. Desde entonces se han sucedido valiosas grabaciones: Baltsa, Gruberova/Muti (EMI 1985), Kasarova, Mei/R. Abbado (RCA 1998) y Garanca, Netrebko/Luisi (DG 2009), así como un par de DVDs, en particular uno de la Ópera de San Francisco con DiDonato (que no conozco). Pero todo hace suponer que con esta que ahora publica Accentus estamos ante la interpretación videográfica más valiosa, pues cuenta con dos protagonistas de excepción y una batuta de primer orden, así como una puesta en escena muy interesante. 

La mezzosoprano Joyce DiDonato, acostumbrada últimamente a cantar no pocos papeles de soprano, ha perdido graves y el centro se le ha asopranado. Pero por suerte su arte sigue intacto, y es un arte completo: musicalidad, técnica y fuerza expresiva. Es una más de la lista de al menos cinco grandes Romeos. Lo que me ha dejado perplejo es comprobar que Olga Kulchynska, de solo 25 años y ganadora del Concurso Francisco Viñas 2015, le da réplica al mismísimo alto nivel: es una joven soprano lírica (no lírico-ligera como otras Julietas) en la que todo parecen cualidades envidiables: lo mismo la materia prima que la línea canora y que la intensa emotividad que despliega. ¡Menudo descubrimiento! Los responsables de la Ópera de Zúrich, donde fue filmada la representación en junio de 2015, podían haber cuidado un poco más el resto del reparto, porque las maravillas se acaban en las dos protagonistas, pero menos mal que ninguno de los tres restantes personajes son decisivos: discretos el tenor Benjamin Bernheim como Tebaldo y el bajo Roberto Lorenzi como Lorenzo, e irrelevante el Capellio de Alexei Botnarciuc. 

Me ha gustado mucho la labor de Fabio Luisi, últimamente no siempre muy fiable: hace que todo suene a Bellini (y no a Donizetti o al joven Verdi, como ocurre otras veces), poniendo de manifiesto las bellezas, la inspiración, la sinceridad y la honda expresividad de la partitura. La Orquesta Philharmonia de Zúrich ¿no es la de la Ópera? No lo sé, pero lo principal es que suena muy bien, lo mismo que el Coro. La escena de Christoph Loy, situada en nuestro tiempo y no siempre comprensible para mí, me ha parecido acertada en lo esencial. Hay en ella un actor, Gieorgij Puchalski, al que el libretillo denomina "el compañero": un joven muy bien parecido -algo ambiguo pues parece atraído tanto por Romeo como por Julieta- cuya presencia es casi constante y que resulta tan misterioso como inquietante. La toma de sonido es muy buena, y la imagen del DVD bastante nítida (seguro que mejora en el blu-ray), pero no tiene subtítulos en español.