viernes, 30 de junio de 2017

"Terra", el nuevo disco del Cuarteto Quiroga



Bartók, Ginastera y Rodolfo Halffter
El Cuarteto Quiroga publica en el sello Cobra su quinto disco, después de "(R)evolutions" (con música de los tres grandes de la Segunda Escuela de Viena: Schoenberg, Webern y Berg), "Statements" (Haydn, Webern, Sollima), Brahms (los dos Cuartetos op. 51) y el que agrupa los Quintetos con piano de Granados y Turina, junto a Javier Perianes. Es difícil, pero posible, hablar de superación, porque desde el primer disco el nivel de ejecución e interpretativo ha sido muy elevado. Pero sí, tal vez continúan superándose a sí mismos y consolidando una madurez envidiable. Este quinto trabajo discográfico tiene también título, "Terra", y presenta de nuevo un programa interesante y poco convencional. 

Se abre con el Segundo Cuarteto (1917) de Béla Bartók, el primero absolutamente personal y revolucionario de su autor, el más grande compositor de su género en el siglo XX. Esta plasmación sonora de una partitura en extremo difícil desde el punto de vista de la ejecución y no menos del estilo y de lo que podríamos llamar la interpretación propiamente dicha me ha parecido tan admirable que la grabación -que, además, es técnicamente excepcional- puede situarse a similar nivel que las de los grupos mundialmente más reputados.
Los tres Cuartetos de cuerda del argentino Alberto Ginastera (1916-1983) son poco conocidos entre nosotros y apenas existen grabaciones de ellos. A juzgar por este Primero, op. 20, de 1948, estamos ante una grave injusticia, pues esta obra -como la de Bartók- recrea con enorme acierto, sin citarla, la música de su país: en ella, como escribe Cibrán Sierra, segundo violín del grupo, "están presentes los ritmos gauchos, los acordes simbólicos de las guitarras pampeanas y mil rasgos más del universo sonoro del mundo rural argentino", pero sin hacer "de su música un museo arqueológico del folclore, sino que construye tradición: la procesa, la actualiza y la reinventa, demostrando la validez y fecundidad artística de la cultura popular y garantizando de forma dialéctica su pervivencia futura". Articulado en los cuatro movimientos tradicionales, con el scherzo ("Vivacissimo") en segunda posición, conserva en su modernidad lingüística una estructura que se inserta en la tradición. 

Aunque carezco de referencias -es la primera vez que lo escucho- es evidente que el Cuarteto Quiroga ha llegado a la entraña de esta música, lo mismo que ocurre con los Ocho Tientos op. 35 (1973) de Rodolfo Halffter (1900-1987), compositor madrileño exiliado en México tras la guerra civil, que se inspira libre y lejanamente en estas piezas en el tiento renacentista español sin recurrir a citas literales. La armonización entre el aire arcaico y el lenguaje moderno está realmente lograda. Rodolfo, hermano de Ernesto, menos conocido que este, "hace suyos [los tientos renacentistas] con su propia voz, transformando la influencia inicial en un material musical netamente original y dando sentido al proceso por el cual todo creador construye cultura popular sembrando la semilla de su propia creatividad en la tierra de la que nace su genio", escribe certeramente Sierra. Estos preciosos Tientos, de los que al parecer no se halla disponible ninguna otra grabación, constituye una diana más de los Quiroga. 

A modo de propinas, el generoso disco, de más de 75 minutos, añade tres deliciosos Ländler (de los D 374 y 378) de Schubert y un precioso villancico gallego, Panxoliña para o Nadal de 1829 presente en el Archivo de la Catedral de Mondoñedo, adaptado a cuarteto de cuerda por Sierra y cuyo comienzo imita con verdadera gracia el sonido de la gaita. También las propinas tienen conexión directa con la tierra -la Viena del Biedermeier o la Galicia profunda- que las vio nacer.

1 comentario:

  1. Me permito escribir en esta entrada sobre el asunto Stravinsky-Klemperer. No sé si cuento algo nuevo pero ahora me pìllan leyendo las "Crónicas de mi vida", del compositor. Sale que colaboró varias veces con el director, por lo menos como solista del concierto para piano, que lo apreciaba como persona y como director, que estimaba su dirección sujeta a la partitura y que era un gran intérprete y difusor de su obra.
    El legado discográfico de Klemperer olvida que en sus tiempos fué un director volcado al repertorio moderno.
    (Chostakovich, que también lo conocía, tocó para él el arreglo para piano de su 4 Sinfonía, que apreció).

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