sábado, 3 de febrero de 2018

El Concierto de Año Nuevo en Viena 2018: Riccardo Muti



Para mi gusto, este de 2018 ha sido el más logrado de los dirigidos por Riccardo Muti hasta ahora (1993, 1997, 2000, 2004), y uno de los mejores de los últimos años. El director napolitano tardó algunos años en hacerse con las claves y los guiños requeridos por esta música tan especial, pero, una vez dominados, los explota a conciencia (ocasionalmente, para mi gusto, hasta el exceso): véase cómo este año ha jugado con las oscilaciones de tempo y con el empleo del rubato. Últimamente lleva años aumentando el número de novedades que se ofrecen en estos conciertos, lo cual en principio está muy bien, claro, pero esto lleva aparejado inevitablemente la merma de calidad conjunta del programa, pues rara vez las piezas nunca tocadas anteriormente son valiosas. Se salvan a menudo las que no son de compositores del ámbito exclusivo de los valses y demás danzas y marchas, es decir al margen de los miembros de la Familia Strauss, de Lanner, Komzak, Ziehrer, Hellmesberger y compañía. O sea, que me parecen de agradecer las inclusiones de compositores cuyo centenario se conmemora: no digamos si se trata de un Haydn o un Richard Strauss, e incluso de otros menores pero también bienvenidos, como Nicolai o Suppé. 

Pues bien, este año ha habido siete primicias, que son tal vez demasiadas, aunque quizá no tantas y tan flojas como algunas del año pasado, que claramente perjudicaron lo suyo a Dudamel. Estas siete fueron el vals de Josef Strauss Wiener Fresken (Frescos vieneses), una página bastante destacada con el personal estilo, elegante, noble y soñador de su autor que Muti acertó a recrear. Muy endeble me pareció, en cambio, el Marienwalzer (Vals de María) de Johann padre, con el que el director napolitano hizo lo que pudo; es decir, no mucho. El Wilhelm Tell Galopp del mismo tiene a su favor solo los preciosos temas rossinianos que toma prestados, y que fueron brillantemente expuestos por Muti. Vistosa es la obertura de la opereta Boccaccio de Suppé, que me sorprende no se hubiera tocado antes. La batuta obtuvo de ella todas sus -superficiales, si se quiere, pero muy eficaces- virtudes, con la máxima brillantez (aun así, es curioso, la grabación de Willi Boskovsky, dentro de la opereta completa, no fue capaz de superarla el napolitano). Myrthenblüten (Floración del mirto) no está, en cambio, entre los mejores valses de Strauss hijo, sino que repite con cierta rutina y sin apenas inspiración los procedimientos habituales. Nunca había oído nombrar al húngaro Alfons Czibulka (1842-1894), y su Stephanie-Gavotte resulta no más que llevadera; ignoro el porqué de su inclusión. Hasta aquí las novedades. Casi todo el resto fue sustancioso, con alguna excepción. 

La Einzugsmarsch (Marcha de entrada) de El barón gitano con que se abrió el concierto fue ya espectacular por su brillantez y su acertado juego agógico. Las polcas rápidas fueron briosas, ardorosas y muy brillantes -así Leichtes Blut (Sangre alegre) y Unter Donner und Blitz (Truenos y relámpagos) de Johann hijo o Eingesendet (Enviado o Despachado) de su hermano Josef, si bien Freikugeln (Balas mágicas) me pareció un pelín veloz e inflexible. Muy castrense pero a la vez garbosa la Festmarsch (Marcha festiva) de Johann hijo; algo pálida, en cambio, con las trompas muy en segundo plano, la pieza final, la Radetzky Marsch de Strauss padre. La polca-mazurca Stadt und Land (Ciudad y campo) de Johann II, muy rubateada, fue para mí uno de los puntos más altos del concierto: Muti logró hacer de una página relativamente menor toda una delicia. Para mi gusto, sobró la simplona cuadrilla sobre Un ballo in maschera del mismo. 

Los grandes valses fueron muy personales: Rosen aus dem Süden (Rosas del sur) fue muy elegante y delicado, con algunos toques decididamente decadentes y un juego agógico quizá excesivo, demasiado (e innecesariamente) libre; Geschichten aus dem Wienerwald (Cuentos de los bosques de Viena), con una sobresaliente intérprete (¡anónima!) de la cítara, me pareció ejemplarmente decadente en el mejor sentido. Pero la cima de la sesión fue para mi gusto An der schönen blauen Donau (El bello Danubio azul), lento, cantadísimo, muy intimista por momentos, con recurso extensivo al rubato y al balanceo en el tempo, no careciendo por ello de brillo y fuego: tal vez la interpretación más singular y valiente, desde hace bastantes años, del famosísimo vals. La pieza de Czibulka y Rosas del sur fueron coreografiadas, con más modernidad que lo acostumbardo hasta hace poco, creo que con acierto, por Davide Bombana. Pero prefiero optar, como puede hacerse ahora en el DVD/Blu-ray, por omitirlas, para no dejar de ver a los músicos. Por cierto, el sonido y la imagen del Blu-ray son esta vez rigurosamente óptimas (no siempre ha sido así). Huelga decirlo: la Orquesta Filarmónica de Viena no solo es totalmente irreemplazable en este repertorio por su sonido y su conocimiento del estilo, es que en manos de batutas magistrales como es el caso de Muti suena como los ángeles y con una precisión portentosa. Extrañamente, no hubo una sola broma: es la primera vez que esto ocurre desde que yo recuerde. La verdad es que Muti es un gran director, pero soso y casi mal encarado: no parece muy proclive que digamos a las chanzas. 

3 comentarios:

  1. Yo también tengo esa impresión de seriedad que desprende pero ya me gustaría conocerlo en directo. Aquí le traigo un ejemplo de la ironía, y bien hacer, de Muti hablando al público. https://www.youtube.com/watch?v=vVYhPckUMeA

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  2. Yo he estado en un ensayo de Muti con la Filarmónica de Nueva York, en su sede, y la verdad es se mostró muy simpático, relajado, haciendo pequeñas introducciones y bromas. No sé por qué se muestra tan envarado en un concierto-fiesta como este de Año Nuevo.

    Aprovecho para recomendar esos ensayos generales de la Filarmónica de Nueva York, los jueves por la mañana, con público, que paga una entrada reducida para asistir.

    Solo quisiera añadir que a mi el Concierto de Año Nuevo me aburrió bastante, por diversos motivos. La seriedad de Muti puede ser un factor, y otro la inclusión de piezas poco interesantes, pero lo más importante es la repetición, año tras año, de los mismos elementos, cosa que se acentúa cuando el director repite muchas veces. Ver a Karajan o a Kleiber debía ser un acontecimiento, pero ver a Muti cinco veces con el mismo repertorio... Lo va haciendo cada vez mejor, claro está, y Muti es un grandísimo director, que está en un gran momento de madurez, pero a pesar de todo ello, muchas veces, me invade el tedio.

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  3. Igual me equivoqué y al final no envié el comentario. Sólo le adjunto un pequeño vídeo sobre una disertación de Muti en la que no aparece de mal humor. Ni mucho menos:
    https://www.youtube.com/watch?v=rUMBUgX60ec

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